"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

viernes, 30 de marzo de 2007

Sano orgullo

Podría empezar a relatar la vida de hombres, mujeres y también niños, cuyas vidas han dejado un ejemplo a todos los que hemos llegado detrás. Muchas de estas PERSONAS (en adelante usaré repetidamente esta palabra, ya explicaré por qué) han dado su vida para salvar la de otros. Otros la dieron de otra forma, desgastándola día a día, con total olvido de sí mismos, con una renuncia heroica y silenciosa, hasta caer muertos al no poder dar más. PERSONAS que se ofrecieron a morir por otros (San Maximiliano Kolbe), madres que perdieron su vida porque sus hijos vinieran al mundo (Gianna Beretta Molla), religiosas dedicadas a lo que nadie haría ni por un millón de dólares (Teresa de Calcuta), maestros empeñados hasta el cuello en formar a aquellos por los que nadie daba un duro (San Juan Bosco), etc, etc, etc.
Sabemos que la lista de estos grandes famosos podría seguir alargándose con todas aquellas PERSONAS que cada día dan lo mejor de sí mismas en un trabajo cotidiano y callado, en su vida en familia, cediendo gustos, invirtiendo tiempo y dinero, desviviéndose por hijos, esposo, esposa, padres, amigos y a veces incluso desconocidos. La lista de PERSONAS sería interminable.
Por eso no puedo evitar un terrible disgusto y una perplejidad cuando leo a un reconocido escritor, miembro de la RAE, decir que "La muerte de ciertos seres humanos me tiene sin cuidado; pero la de un perro no me deja indiferente" o que "esos animales son mejores que las personas, [...] cuando uno de nosotros desaparece del mapa, el mundo no pierde gran cosa". No sé si debería poner el nombre del autor, por haber citado sus palabras, pero creo que le hago un favor ocultándolo.
Esta semana que viene, como cada año, volveremos a recordar que, a pesar de todo, cada uno de nosotros merece la pena.

jueves, 29 de marzo de 2007

Presumir de los defectos

- Qué quieres, soy así y no puedo cambiar.- dijo sonriendo.
- Sí que se puede.
Pensaba que le alegraría saberlo, pero no. Me perforó con la mirada del que ha sido ofendido hasta los huesos. Creo que descubrió que ese defecto, del que en el fondo presumía, no era tan bien visto por los que la rodeaban. Supongo que para ella fue una decepción. Y mucho más decepción el saber que aquello tenía solución y que había medios para superarlo que tendría que poner.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Diferencias

En el transporte público colectivo (el bus urbano) puede suceder cualquier cosa. Uno tiene oportunidad de observar con detenimiento y de cerca lo distintos que somos. Hay costumbres, caracteres, aspectos, etc, para todos los gustos, y a veces disgustos.
Me encontraba aguardando pacientemente mi número 3, cuando vi acercarse a brincos a una niña de unos cuatro años, seguida muy de cerca por una chavala que no superaba los 18. Estoy acostumbrada a ver grandes diferencias de edad entre hermanos mayores y pequeños, así que el asunto no me llamó la mínima atención. La niña se revolvía inquieta de un lado a otro, bajo la atenta supervisión de su mayor.
"¡Mamá...!", dijo, de pronto, y continuó hablando, pero ya no escuché más.
Desde entonces toda mi atención se centró en mamá. Pensaba que a sus dieciocho años tendría ya acumuladas muchas horas de vigilia nocturna, de lucha para hacer tomar algún jarabe terrorífico, planes personales continuamente pospuestos en favor de quien probablemente más quería, sacrificio económico...
Su mirada serena me serenó a mí. Porque no estaba rabiosa, ni agotada; había asumido su papel con gran personalidad. Independientemente de su vida anterior, ahora tenía encomendada una tarea importantísima, para la cual era insustituible.
Continué observándola ya dentro del autobús hasta que en la parada siguiente irrumpieron varios chicos y chicas de su edad. Se dirigían a su punto de encuentro en la movida. Ofrecían un contraste sobrecogedor, junto a aquella otra joven, mil veces más madura que ellos, que les miraba con cierta nostalgia, pero sin perder de vista aquel tesoro que tenía sobre sus rodillas.